Cuidado con el Neoliberalismo: lo dice el propio FMI

Semanas atrás, la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL), tuvo el agrado de invitarme a una tertulia académica sobre la evolución de la política económica en el Ecuador. Los organizadores del evento nos plantearon el difícil reto de comentar la evolución de la política económica en nuestro país desde mediados del siglo pasado. Por mi parte, decidí concentrarme en discutir algunos elementos respecto al paso de las más de dos décadas de Neoliberalismo hacia la Economía del Buen Vivir, modelo planteado y puesto en marcha por la Revolución Ciudadana y el gobierno del Presidente Correa.

Uno de los elementos que nos pidieron cubrir en la discusión era la relación entre la teoría económica y la praxis de la política económica. De tal manera, comenté que la escuela de pensamiento neoclásica era quien alimentó y alimenta, en gran medida, los postulados y políticas del denominado neoliberalismo. Luego de ello, no dejé de comentar la forma específica que tomó el neoliberalismo en nuestro país (es decir, la forma en que se aterrizó el recetario de Washington en el Ecuador y los efectos del mismo). Para mi sorpresa, otro de los contertulios invitados a este espacio, el economista Alberto Dahik[1], saludó que haya hecho lo que él consideró “una adecuada distinción entre neoclasisismo y neoliberalismo” añadiendo que este último sencillamente no había existido y que el término era un invento de algunos personajes. En la ronda de preguntas, me apresuré refutar este comentario y aclaré que la distinción que yo había hecho era entre la base teórica (la teoría económica neoclásica) y su puesta en marcha en clave de política pública  (el neoliberalismo) con los matices que le correspondía a su aplicación en nuestro país.

Dahik, quien ahora ha reaparecido en la palestra pública en calidad de académico y analista económico – seguramente con auspicio y con claras intenciones políticas – , se negó hasta el último momento a aceptar que haya existido el tal neoliberalismo. Dahik, al menos en su discurso económico, es un purista: siempre va a defender que el modelo económico más adecuado será el que más se acerque al laissez faire. De todas formas, Dahik no niega que el Estado deba cumplir un rol regulador en la economía. En parte de nuestra discusión en la ESPOL, lo expresó claramente. Pero sin duda alguna, proclama que el Estado debe dejar al mercado hacer su trabajo. Por mi parte, defendí y siempre defenderé que en nuestro país existió un neoliberalismo en clave ecuatoriana y que tuvo efectos principalmente negativos sobre nuestra economía. Si bien no se redujo el tamaño del Estado a las proporciones dictadas por el recetario de Washington, se tomaron una serie de acciones que generaron un caos institucional y desmantelaron al aparato estatal en su calidad de planificador y rector de la política pública, regulador y controlador. En materia económica, el recetario neoliberal se efectivizó en la desregulación del mercado laboral, la desregulación del sistema financiero – que permitió las irresponsabilidades de los banqueros y sus efectos en la crisis de 1999 –  y la liberalización de los flujos de capital y atracción de los llamados capitales golondrina, por nombrar algunos elementos.

Más allá de la discusión entre el deseo purista de Dahik y la efectiva puesta en marcha de más de 20 años de un caótico modelo económico con sus respectivas consecuencias, quería centrarme en señalar al lector el siguiente dato: luego de décadas de no asumir la palabra “neoliberalismo”, el Fondo Monetario Internacional (FMI), en su publicación Finanzas y Desarrollo de Junio 2016 publica un artículo que titula (en su versión en castellano): El Neoliberalismo: ¿un espejismo? Para mala suerte del economista Dahik, ¡el propio FMI habla de Neoliberalismo! Pero más allá de este sinceramiento del multilateral afincado en Washington, lo relevante es que la publicación reconoce los efectos negativos de la liberalización de los flujos de capitales y de las políticas de austeridad fiscal en términos de crecimiento económico y aumento de las desigualdades.

No cabe la menor duda que el interés de los autores está lejos de ser una verdadera crítica al modelo económico por ellos promulgado. Incluso podría ser una estrategia discursiva para mostrarse “auto-críticos” y abogar por un versión más light del modelo (por ejemplo, urgiendo la incorporación de algunos elementos de acción estatal, pero siendo más de lo mismo). De todas formas, creo que debemos evitar caer en lecturas ingenuas o demasiado suspicaces y considerar que este sinceramiento, de buena fe o – lo más probable – con una agenda detrás, debería servirnos como un elemento más para advertir respecto al resurgir de viejas políticas en épocas de dificultad económica para nuestros países.

Los autores del texto (Ostry, Loungani y Furceri), cautos en no darse un gran tiro al pie, destacan lo positivo de la inversión extranjera directa pero acotan que la libre movilidad de los capitales financieros no da signos de generar un mayor crecimiento en las economías. Por otra parte, la publicación menciona que lo que sí está claro es que ha habido un aumento de la volatilidad de las economías que han liberalizado los flujos de capitales y la frecuencia en la ocurrencia de crisis económicas ha aumentado.  Finalmente, el texto reconoce que la austeridad fiscal promulgada por la agenda neoliberal ha generado una mayor desigualdad en el ingreso de los países que han aplicado estas políticas y dan cuenta del importante rol que debe cumplir el gasto público como, por ejemplo, en el área de la educación.

Insisto, para mala suerte del economista Dahik, el propio FMI reconoce al Neoliberalismo y da cuenta de varias de sus contradicciones y efectos negativos. Pero quizá lo más relevante de esta reflexión es que, en tiempos en que Washington critica su recetario de varias décadas, en América Latina las viejas políticas neoliberales toman renovados bríos: pensemos por ejemplo en las políticas que frontalmente han puesto en marcha Macri en Argentina y el ilegítimo gobierno de Temer en Brasil. Finalmente, cabe advertir que los escenarios de desaceleración económica que vive la región y nuestro país son contextos propicios para el resurgimiento de viejas políticas que claman por la austeridad y la desregulación. ¡Cuidado con ese espejismo! Lo dice el propio FMI.

[1] Alberto Dahik Garzozi fue ministro de Finanzas del Gobierno socialcristiano de León Febres Cordero entre 1985 y 1987. Fue diputado conservador entre 1988 y 1992 y vicepresidente de Sixto Durán Ballén, periodo en el cuál fue el responsable de la puesta en marcha de la agenda económica de dicho régimen.

Texto publicado en: http://lajunta.ec/2014/03/06/cuidado-con-el-neoliberalismo-lo-dice-el-propio-fmi/
Publicado: 2014/03/06

 

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